jueves, 4 de febrero de 2016

Miguel Fructuoso: Concepto agua de colonia - Centro Párraga (Murcia) Enero, 2016



Cuando Miguel Fructuoso expone esta obra de objetos industriales es porque está seguro de lo que está haciendo. Murcia no pinta mucho en el panorama del arte, pero tampoco somos una isla olvidada e inculta. Por tal razón, doy por sentado que la obra de Fructuoso tiene algo por lo que ha merecido la pena ser expuesta en el Centro Párraga de Murcia.

Lo primero que tiene es: atrevimiento. Después de la lluvia de objetos que nos cae en el arte contemporáneo y de los mares de tinta que generan, exponer una asociación de objetos con una intervención mínima es un riesgo.

De Miguel Fructuoso sólo conocía pintura de inspiración cubista-constructivista, incluso pop, con toques graffiteros, y encontrar una revisión de las  vanguardias teniendo como referente los ready-made me ha dejado descolocado, aunque recorriendo su trayectoria puedo entenderla como lógica.

Si me hubiera dado una vuelta rápida por la sala no me habría percatado de la verdadera exposición, de los pequeños detalles, que son los elementos que articulan la muestra, y habría salido pensando que de nuevo se presentaba otra revisión, otra alusión, otra cita. Sin embargo, estudiando las piezas más detenidamente, cada una ofrece su guiño.

1.- A la entrada te recibe un conjunto de mesas de colegio apiladas en forma de columna y junto a ellas una pizarra en el suelo apoyada sobre mierda (Manzzoni) humana (de plástico) titulada “La clase muerta” en referencia a Tadeusz Kantor.  




2.- Junto a ésta, a la derecha, una obra llamada “Adiós a las armas” (Novela de Hemingway versionada en cine) compuesta por una tienda de campaña (posible cita a Mario Merz y el arte povera) y un letrero luminoso que lucía la frase “Arbeit macht frei” (el trabajo te hace libre). Expresión que leían los que entraban en los campos de exterminio nazis, y que tiene un significado ambiguo, ya que no solo sugiere que libera a las víctimas, sino también a los individuos de filiación nazi de los asesinatos de millones de personas.






3.- Avanzando por la sala encontramos “Concepto”, una obra formada por tres urinarios (Duchamp) en cuyo interior se podía leer el epígrafe “Concepto agua de colonia”.







4.- Frente a los urinarios colgaba de la pared “Exponen”, una caja de luz sin su panel delantero dejando al descubierto los neones (Dan Flavin) y el entramado de cables y dispositivos eléctricos. De él salía un fino tubo que lo enlazaba a un compresor de aire que no estaba en marcha. La fuerte luz de los neones difuminaba en una esquina de la caja el guiño de la pieza: una barra de pan (Dalí-surrealismo).





5.- Al final del pasillo estaba “Fuente”, una campana de extracción de humos, situada a poca distancia del suelo, exhibía la firma R. Mutt (Duchamp pero también Jeff Kons).






6.- Al girar te encontrabas en otro tramo de la laberíntica sala donde estaba situado, sobre un pequeño pedestal, “Puta necrofilia española”, una cortadora de fiambre y, bajo su cuchilla, el libro “El laberinto del Albayzín” de Francisco Miranda, escritor amigo del artista, fallecido en 2015.





7.- Desde la pared del fondo emergía “Cómo explicar la historia del arte a un bote de jabón de Marsella”, fotografía en blanco y negro del artista, la cara pintada de blanco, vestido con un mono de trabajo con su nombre grabado, sentado en un sillón floreado en la pose de Beuys, explicándole la historia del arte a una caja de detergente.






8.- En la última revuelta en espiral de la sala entramos en “Misa de seis”, espacio que se podría confundir con un recinto dispuesto para una conferencia. Todo está preparado para que comience la charla, pero no ha llegado nadie. Treinta sillas negras frente a una mesa y dos sillas blancas presididas por un cartel con los logotipos de empresas ficticias, supuestamente relacionadas con el arte, patrocinadoras del evento.






Todas las obras tienen su tesis, pero podemos condensarlas en tres ideas que flotan en el ambiente, dos de ellas están referidas en los títulos de las obras, la primera es “concepto”, la segunda “explicar la historia del arte” y la tercera idea “ironía”.






No sé si sería mucho hilar hacer una lectura biográfica de la exposición, pero indicios hay para ello. Escuela, educación, trabajo, libertad, pensamiento, alimento, amistad, reto, irreverencia, concienciación, etc., son palabras que intuyo en las obras y que se dirigen desde la vivencia propia del artista hacia al espectador. Posiblemente Fructuoso nos está indicando el camino que él ha seguido y nos dice que no busquemos lo que ya conocíamos, que, igual que hace él, tenemos que revelarnos contra el arte retiniano, que hay algo más y empezar a aprehender el arte como algo mental, que la obra no tiene porqué ser una elaboración subjetiva artesanal.





Ya está bien de esteticismos, si el arte es concepto, unos objetos industriales asociados adecuadamente también crean estado de conciencia para un buen lector. Cuando Miguel Fructuoso elige un objeto que pertenece a la historia del arte y lo nombra de otra manera crea un pensamiento nuevo, un nuevo ready-made “concepto”. Ahora, el reto está en el tejado del espectador quien debe embarcarse en la aventura intelectual, tiene que interpretar, el artista ya ha cumplido su papel.





¿Y, qué se ha hecho con estas ideas a lo largo de la historia del arte? Como estos conceptos aún no han calado en la sociedad hay que insistir una y otra vez, por esto es importante la educación. La educación y la pizarra de “La clase muerta” están vacías de ideas reales, sustentadas por mierdas, por engaños, por contenidos al servicio de la clase poderosa. Como en las columnas de mesas amontonamos a los niños los adocenamos, los convertimos en esclavos del trabajo al reprimir su creatividad y visión crítica. La clave escatológica es la profanación al estilo Kantor. Es una nota de humor y al mismo tiempo una desilusión por la enseñanza, un rechazo a las normas, una desconfianza en la transmisión de conocimiento. Si resulta imposible el acto de comunicar, ¿qué se puede enseñar?


 



Paralela a la escuela está la historia del arte como archivo de experiencia que posiblemente no se pueda trasmitir. Si Beuys se siente unido a la naturaleza gracias a una liebre muerta a la que explica el arte y de la que espera una respuesta sobre qué es el arte; respuesta imposible porque el animal está muerto. Fructuoso, de antemano, no se plantea la posibilidad de diálogo. Es una acción solipsista, no hay medio para el diálogo, el artista se encuentra solo, alejado también del espectador. El jabón nunca podrá ser un ser vivo, de él no se puede esperar más que nos sirva para limpiar algo, tal vez la historia del arte.






Si en Beuys hay algo de trascendencia, Fructuoso con la ironía la anula por completo. Como si, habiendo sido decepcionado, al utilizar la ironía tomara conciencia, y nos hiciera partícipes de ello, por ejemplo, de la falacia del mundo del arte, de no poder creer en nada, de la inutilidad de las utopías que van al encuentro de respuestas, de la falta de sentido, etc.






Con la ironía sobre la ironía que ya encierran las obras sobre las que ironiza, Miguel Fructuoso crea perplejidad y se aleja de la historia del arte anterior, para, rompiendo los tópicos y esquemas tradicionales, hacer una nueva lectura en la que deja gran libertad al espectador, pieza indispensable en la ironía. Ya que para que la ironía sea eficaz es necesario que el espectador entre en el juego, si éste  no es capaz de descubrir el juego la ironía se desvanece. Y al contrario si la ironía es demasiado evidente pierde su eficacia y se convierte en una chanza. Por otra parte,  el artista tampoco puede dar pistas sobre su juego, la ironía es incompatible con la explicación, si se dan indicios del truco se rompe la chispa y se pierde el efecto.






Al utilizar la ironía las obras de esta exposición nos hablan del dominio del lenguaje y de un conocimiento y conciencia absoluta de aquello sobre lo que ironizan, la ironía no puede ser ingenua. Si ironizaran sobre algo que no conocieran bien resultarían vacías y un mal chiste. Por otra parte, correrían un grave riesgo, porque en la ironía hay implícita una crítica y es peligroso ironizar con los mismos elementos sobre los que se ironiza; por otra parte podrían crear un  bucle y la ironía sobre la ironía las podría llevar al soliloquio, como alguien que pudiera ser amante del amor o se apenara por tener pena.





En fin, en estos guiños, Miguel Fructuoso nos ofrece una ironía metafórica. Una ironía que uniendo elementos paradójicos crea nuevos significados. Así la barra de pan iluminada por neones puede ser el alimento del alma; los excrementos que sustentan una pizarra se asociarían a la putrefacción de un sistema; los libros cortados como salchichones aludirían a una vida segada y una amistad interrumpida; los conceptos podrían ser los destructores de una identidad anquilosada y creadores del nuevo mundo; las tiendas de campaña serían un palco ante la barbarie como espectáculo; el lugar de intercambio de conocimiento una farsa, y las firmas en vez de singularizar generalizan, porque todo puede ser arte.


                                                                        Paco Vivo - enero 2016








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