La
repetición de los mismos actos, al cabo del tiempo, nos hace sentir que las
cosas se hacen habituales, de tal manera que dejamos de reaccionar ante ellas o
siempre nos provocan la misma sensación.
Nuestra
vida cotidiana se ha convertido en pura rutina, en una repetición
irracional porque no sabemos mirar, buscar con curiosidad. Nos conformamos con
encontrar en lo que miramos a nuestro alrededor un símil de la imagen que hemos
visto en la televisión, identificación que resulta placentera y suplanta
nuestro conocimiento directo de lo real por algo que no pertenece a nuestra
verdadera experiencia.
Paco Vivo. Naranjo luminoso. 2011 |
La palabra cotidiano
encierra una trampa. Hoy vivimos lo cotidiano como un mundo de ficción, teñido
de irrealidad, donde el tiempo de la vida se despilfarra en un letargo
embotado. No nos paramos a ver qué son las cosas y a disfrutar de ellas así que
no conocemos las sensaciones que producen, porque no sabemos separarlo de aquello
que nos transmiten los medios. Lo cotidiano se hace invisible y, al fin, para
que salgamos de nuestro retraimiento tiene que ocurrir algo extraordinario. Por
esto en mis fotografías intento mirar las cosas desde otro contexto y hacerlas
extraordinarias, que algunos de sus elementos alcancen notoriedad, es decir, pongo
en alerta el sistema perceptivo, analizo lo que miramos, hago que se vea el
artilugio y deseo hacer sentir la sensación de novedad, como cuando volvemos a
casa después de un viaje, donde lo antiguamente cotidiano nos parece desconocido
y se ha convertido, por un instante, en algo nuevo.
Paco Vivo. Experiencia botánica. 2011 |
Mientras leo lo que escribí, un fresco aroma me llega a intervalos.
Sigo mi tarea, pero de nuevo, desde el huerto, el ligero perfume me distrae y,
sin embargo, me centra y remite a mi corporeidad. Me dice que, aunque esté en
otro ámbito, aunque por ser tan ordinario mi mente no repare en ello, la vida
se renueva y sigue su proceso. La incorpórea fragancia que ahora inunda la
habitación me pregunta donde está lo real.
Ya estamos
con lo de siempre. ¿Cómo se vive la vida?
Ahora estoy
en el huerto, rodeado de estímulos, relatando la impresión que me causa el
mundo o lo que es lo mismo haciendo fotografías o pintando, en conclusión,
haciendo arte, para atrapar y contarme esa vida.
Me pierdo
entre matojos, flores y árboles, y enloquezco ante la exultante naturaleza. Con
el paso del tiempo, la euforia vital pasa pero me ha empujado a hacer una
ingente cantidad de fotografías. He capturado las flores que me sacaron de mi
agujero y me gustaría que esas imágenes llevaran el aroma que aún queda en mi memoria.
He adoptado extravagantes posturas frente a ellas por ser el motivo de mis
primarios impulsos. Me he preguntado si, acaso, una pintura podría ser mejor
herramienta para aprehender el arrobo que me produjo la esencia de la flor. No,
no. Mejor una instalación visual, sonora, táctil y aromática e incluso
gustativa para acercarme lo más posible a las sensaciones vitales. Jugar con
las mismas impresiones para que otros comprendan lo que he sentido. Pero, es
que ni así. ¿Qué tiene que ver una instalación con mi huerto? Y no voy a traer
a la gente en ese preciso instante a mi casa, al huerto. A pesar de mi denuedo
percibiría otras cosas, tendría sensaciones referentes a su experiencia. Incluso
la misma naturaleza mostrada para hacer comprender lo que alguien sintió sería
un simulacro, siempre se trataría de una representación.
Al
ver las fotografías las descubro parecidas a cientos de representaciones que he
visto en revistas, en películas, en internet y también en fotografías
artísticas. Reconozco entonces que mi momento glorioso de expansión y encuentro
con mi yo es exactamente igual que el de cientos de personas. Es lógico, que
voy a tener yo de especial. Sin embargo, si me gustaría, al menos, que la forma
de decir, que mi lenguaje, que mi representación evocara algo de lo que la
situación me ha hecho sentir y pensar. Aunque la misma instantánea, como dice
Serge Tisseron, “es una forma de pensar y
lo es desde el momento mismo de la toma fotográfica. Lo que equivale a decir
que lo importante no es la fotografía como imagen, sino la fotografía como
práctica”, para mí el trabajo continúa. Ahora
me toca ver y elaborar todo el material. He disparado fotos que formarán parte
de un todo mayor, algunas tienen un contraste demasiado alto que he de
equilibrar, en otras tendré que corregir el color, así que estoy ansioso de manipular
la primera impresión para obtener otros resultados.
Paco Vivo. Narambrillero. 2011 |
Paco Vivo. Diferente amanecer. 2011 |
¿Por qué he
hecho fotografías de una determinada forma, parecidas a otras que ni siquiera recuerdo,
pero que repiten su esquema? ¿Acaso estoy irremisiblemente influido por las
imágenes que me rodean? ¿Estoy aún capacitado para oler la sensación primaria
de las cosas o nada más construyo la realidad a través de la jerga de los
medios de masas? ¿Podría darse la posibilidad de que construyera un modo de
representación que, sin decir tonterías, sin ser banal, sugiriese a otras
personas lo que he pensado y sentido o les hiciera pensar sobre su propia
experiencia de realidad, sobre su cotidianidad y más concretamente sobre cómo las
imágenes de los medios de comunicación conforman nuestra vida cotidiana?
Parece que
volviese años atrás. Aún dándole vueltas a lo mismo y no hay manera. Desde
luego soy hijo de mi época, que si incertidumbre vital, que si simulacros, que
si para sentir la realidad necesitamos una representación que, por otra parte,
en la mayoría de los casos resulta prosaica, etc.
Sigo una vida
normal, común, donde el arte está presente a cada instante. Paso mi tiempo como
la mayoría de personas que no se dedican a producir arte pasan sus vidas,
cumplo un horario de trabajo, tengo una familia. Intento estar informado y en
el tiempo que puedo dedicar a la creación pretendo obtener de lo ordinario un resultado
artístico. Hablo de mi experiencia cotidiana porque no conozco otra cosa mejor que aquello que me
ocurre.
¿Qué busco
cuando nombro lo cotidiano?
No me he
aplicado en un estudio riguroso de los esquemas de representación de lo
cotidiano. Y, por ahora, no los he analizado en los medios de comunicación, ni
estudiado cómo se acerca a la cotidianidad la gente corriente o de cómo lo ha
hecho el arte. Aunque de todos ellos haya tomado alguna característica. Tampoco
me he obligado a hacer un estudio
sociológico de la imagen cotidiana ni de cómo el común de las personas vive su
cotidianidad. Desde mi posición de observador intimista, me ha apetecido hacer
un trabajo más o menos intuitivo y emocional con la aspiración de que el
espectador reflexione sobre la existencia de las convenciones establecidas,
diría que impuestas, para vivir la cotidianidad, aparte de obtener un placer
estético.
En la serie que
presento aquí fotografío el huerto como lugar concreto de mi experiencia
fáctica del momento modulada por el recuerdo, en su mayoría, de sensaciones juveniles.
Reminiscencias de hacer una labor en la huerta como limpiar de hierba los
brazales bajo los limoneros sintiendo el frescor de la umbría en un mediodía
caluroso, o escuchar el fragor del agua a su paso por las canales y como al entrar
en el bancal burbujea tragada por la tierra sedienta. Por una parte la
cotidianidad palpable hecha visible, por otra su transmutación forjada por las
pulsiones y la rememoración de momentos de infancia y juventud. Aún teniendo
visos de realismo el resultado no es un documento, es lo cotidiano
desestabilizado, lo que habitualmente está a mi alrededor llevado hacia lo
extraordinario, lo acostumbrado elevado a otro estadio, podría decir de
ensoñación.
Fotografías
que combinan elementos diversos del mismo huerto, un naranjo con la ramas de un
taray, un membrillero con naranjas, instantáneas que convierten las hojas
verdes en insinuaciones azules y ciruelas rojas en negras sombras o que disimulan
una estructura geométrica en el realismo de los objetos. Elementos cotidianos
que reelaborados cuestionan nuestra experiencia personal y nos alejan de la
imagen mediática de lo cotidiano. Distorsiones y mutaciones que discuten la complacencia
de las estereotipadas fotografías de los medios de comunicación. Medios cuya intención
es impactarnos emocionalmente y adormecernos con una belleza arquetípica para que
perpetuemos el imaginario impuesto.
Empleo imágenes
cotidianas que aprovechan el efecto de realidad, un color llamativo o la
composición poética para que el espectador entre en el juego y por sorpresa le
asalte la paradoja, encuentre la ficción que transforma lo real en preguntas
sobre la percepción y la construcción de la realidad a través del recuerdo, el
deseo y el sueño.
No es este un
tema novedoso, todo lo contrario, es una de las líneas de creación más
concurrida, ya sea la cotidianidad anónima, fotografiando en general lo que
ocurre en la calle o haciendo retratos sociológicos de la gente en un entorno
particular, no tenemos más que revisar la obra de Jeff Wall o la de Thomas Struth,
entre otros, o bien la cotidianidad más personal e íntima como lo hace Nan
Goldin. Por lo tanto la originalidad está bastante comprometida y no he de
obviar la influencia de muchos de estos artistas según lo pretendido en cada
serie.
Algunas referencias tanto estéticas y formales
como de contenido están dispuestas conscientemente y son explícitas, pero en
buen número son citas inconscientes y aparecen porque durante el momento de
creación tengo unas sensaciones y pienso que le va bien a lo que quiero decir y
luego me doy cuenta de que tiene semejanzas con tal obra. No sólo de fotógrafos sino también y
abundantemente del mundo de la pintura. Por lo general son alusiones a la
mirada del expresionismo abstracto y estructuralismo ruso, aunque también del
cubismo y surrealismo, etc.
Paco Vivo. El olivo alabeado de la casa roja. 2011 |
Paco Vivo. Ciruelas y su complemento. 2011 |
Paco Vivo. El sol de las ciruelas rojas. 2011 |
Paco Vivo. Recuerdos de la casa roja. 2011 |
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